y sobrevivir... fue olvidarte

Sería mentira decir que no te extraño,
que mi cuerpo no busca el tuyo
cuando en las noches la lluvia me invade;
pero hay algo cierto,
que de algún modo,
ayer dejé de pensar en ti.


Te fuiste con el último suspiro,
tu almohada ya no espera anhelante,
la casa que nunca fue tuya
se limpia de a poco de lo que dejaste detrás.  


No es que no haya recuerdos
es que nos fuimos yendo lento,
a hurtadillas,
sin que nos diéramos cuenta.
Nos volvimos vacío,
nos convertimos en silencio,
desapareció el nosotros
y dejamos de existir.


Aquella noche cuando cerraste la puerta
se cerraron mis ojos,
se rompieron los vidrios,
se derrumbaron las paredes,
los escombros lloraron incansables,
los gatos dejaron de maullar,
el niño no dijo nada
y a mi el tiempo se me detuvo.


Tu ausencia me envolvió
durante largos días,
durante incontenibles noches,
recogió los cristales de mis ojos,
me tendió la mano de un extraño
que me tomó tembloroso
y con miedo me abrazó.


Tapié la puerta para que no regreses,
tapié mi corazón para que nadie entre,
cargué a los gatos y abracé al niño
y sobrevivir... fue olvidarte.


Rompimos nuestra promesa,
porque las promesas son nada,
porque las palabras se desdicen
cuando comienzan a estorbar
y te soltamos las manos,
y te dejamos ser libre,
y te alejaste despacio,
porque así se escribe la vida,
entre despedidas,
entre conveniencias,
entre palabras rotas
y los ayeres se desdibujan
como tú,
como yo.


Por eso,
lo que nos queda,
lo que nos salva,
es que hoy, de algún modo,
ya no pensamos en ti.


Nancy Cruz Fuentes


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