Mandarinas
Si se trata de mandarinas, habrá que reconocer que pocos son expertos, cualquiera puede masticarla y engullirla sin mayor gracia; pero no cualquiera sabrá cómo desnudarla, y mucho menos, sabrá cómo hacerle el amor. No se trata de sólo quitarle la cáscara, sino de saborearla aun antes de haberla probado, de recorrer su piel tersa y brillante, de desearla, de sentir en los labios la necesidad de tenerla, de llenarse la lengua con su sabor y sentir como se escurre su jugo entre los dedos.
Habrá que desvestirla despacio, sin ningún apuro, la antesala al placer será siempre lo más placentero. Poco a poco despojarla de la piel que la cubre, olerla, sí, oíste bien, llevar tu nariz hacia ella y descubrir su aroma, aspirar profundamente y darte cuenta que cada mandarina tiene un aroma particular, dulce y pegajoso. Su carne suave quedará entre tus manos, vulnerable y dispuesta, expectante. Será tu decisión si te apresuras o la disfrutas de a poco. Habrá veces que tu ímpetu te obligue a devorarla, a desaparecerla en un momento corto y extasiante, a veces preferirás chuparla con calma hasta que ceda y se escurra en tu boca, abrirás sus gajos y lamerás su interior, te detendrás un momento para mirarla, es completamente tuya, te volverás a acercar y continuarás, el final se acerca y no te contienes, la muerdes y revienta, cierras los ojos extasiado, lo lograste, tus manos mojadas lo confirman, respiras profundo y todo huele a ella.
Cualquiera puede comerse una mandarina, pero pocos sabrán como desnudarla y hacerle el amor.
Nancy Cruz Fuentes
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Hasta se me antojo! gracias
ResponderEliminarNo te conozco pero ya te amo
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