Sin salida
Una mañana despiertas y la locura en tus pupilas se refleja sonriente en el espejo, ahí está, triunfante. La miras asustada, quieres huir. Tus piernas temblorosas titubean, frotas tus ojos, no es real, no debe ser real. Abres la llave, el agua corre entre tus dedos, el frío te calma, cuentas en voz baja: unos, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, se acaban las cosas para enumerar, número impar, te inquieta, miras aliviada los azulejos; comienzas, primero los de un lado: doce, ahora los del otro: siete, multiplicas, ochenta y cuatro, respiras profundo, levantas con temor la mirada, sabes que no ha dejado de observarte, su risa burlona lo confirma, te mojas la cara, la lavas con fuerza, intentas borrar todo rastro de ella, te cuesta respirar, el corazón te brinca en el pecho incontrolable. Rojo-amarillo-verde. Rojo-amarillo-verde, Rojo-amarillo-verde, repites incansable. Rojo-amarillo-verde, aspiras profundo, retienes, exhalas, rojo-amarillo-verde, aspiras otra vez, el aire no te basta. Tu garganta exige gritar, contienes, te duele, aprietas los puños, no hay salida. Miras el espejo, tus ojos sin voluntad liberan ríos que se desbordan por tu rostro, sabes que en esas agua va tu esperanza, sus caudales se llevan tu cordura. Caes al piso, abrazas tus piernas, estás sola, así es mejor. Tu llanto de niña resuena entrecortado, cierras los ojos, escuchas su canturreo, llega despacio, se sienta a tu lado, acaricia tu cabello. El terror te invade, el pecho se te hunde en cada respiración, escuchas el estruendo del goteo de la llave que estalla una y otra vez. Vas a morir, vas a morir, lo sabes, lo intuyes, ella sigue cantando, quieres abrir los ojos, ¡no es real, no debe ser real!, lo logras. Ves sus piernas, sus manos frías se deslizan por tus brazos, tu mente da vueltas, tu mirada se nubla, caes en un remolino de sonidos que te destrozan.
Silencio, llega el silencio, reaccionas. No queda nada en ti, estás agotada, te pones de pie, miras el espejo, no puedes huir, no hay salida, sonríes... y le das la bienvenida.
Silencio, llega el silencio, reaccionas. No queda nada en ti, estás agotada, te pones de pie, miras el espejo, no puedes huir, no hay salida, sonríes... y le das la bienvenida.
Nancy Cruz Fuentes
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