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Mostrando entradas de agosto, 2018

De pie

Aquí estoy, de pie como sólo yo sé estarlo, tengo las manos fuertes, el alma rota pero el corazón entero. Tengo la cabalidad que treinta y cuatro años me permiten y la madurez que un hijo me obliga a tener. No soy débil, soy la mujer más fuerte, tengo el ahínco como segunda piel. Tuve los ojos cerrados y el pensamiento frágil, tuve terror, el miedo me comió las palabras, la soledad se apropió de mi tiempo de mis ojos, de las noches, los días y las tardes. Pero no más, no eres dueño de mi vida no eres dueño de mi felicidad no eres dueño de nada que sea mío. ¡Nunca más! Rompo las palabras que me atan, rompo los hilos que me sujetan, destruyo la voz que desde dentro oprime mi garganta. ¡Ya no más! mis manos libres volarán tranquilas, mis palabras francas se escucharan plenas, la incertidumbre se transforma en una posibilidad seductora. Aquí estoy, de pie como sólo yo sé estarlo. Nancy Cruz Fuentes Esta obra est...

De lo incontenible

A veces todo termina porque el tiempo no avanza, se queda suspendido en un letargo impostergable y ahí, en medio estás tú, observando con los puños cerrados, apretando con fuerza hasta clavar profundo las uñas, no duele. Te aferras a lo que tienes, a lo que no se va, a lo que no desaparece, te aferras a ti mismo, te sostienes para no caer, te detienes para no seguir. Los ojos se te deshacen, fluyen, nadas entre llantos, entre olvidos, entre manos que te sueltan y se van... Estás solo ¿qué hay de malo en estar solo? esperas impaciente a que te trague el vacío y te vomite  dispuesto a vivir. Eres el niño bajo las sábanas que anhela que la noche pase, que el monstruo nunca llegue, que la voz de la madre lo despierte cariñosa, tibia, segura. Sigues esperando y la noche no pasa la luz permanentemente apagada se anida en ti. Eres la casa de la noche, obscuridad, el caos sale de tus entrañas, el miedo te come los dedos mastica tus piernas...

Cosas inexplicables

 Todos los días, en algún momento, pienso en él, recuerdo su sonrisa y sonrío, me imagino que llegará vestido como aquel día y se sentará a mi lado. A veces las cosas más inexplicables trastocan desde lo más profundo la realidad. Aquella tarde me dirigí en busca de algún lugar cómodo para leer, camine entre el bullicio de un viernes por la tarde, la gente iba ruidosa,  algunos tomados de la mano, otros riendo, otros en silencio esperando la oportunidad para acercarse a su acompañante, miré con atención y la mayoría eran parejas. ¡Que desastre! Pensé, sonreí complacida de ser la única ahí con el alma tranquila, sin desasosiego efímero, sin deseo de amor o de contacto, ¡pobre gente necesitada de todo! Bajé la mirada para observar mis manos, en una sostenía un libro y la otra se movía grácil, libre, siguiendo mi andar.  Por fin encontré un lugar vacío, entré y el fuerte olor a incienso me hizo retroceder, las paredes pintadas en color fucsia con algunas pañoletas c...