Nadie
Miras a todos lados, el silencio te abruma. No sabes estar solo, buscas compañía en tu teléfono, tienes a la mano un sin fin de personas en la misma situación. No te consuela, avientas el aparato aunque sabes que quizá más tarde te arrepientas, firmaste un contrato por dos años, si haces cuentas recordarás que te faltan ocho meses y diecisiete días, no puedes darte el lujo de romperlo. Evitas pensar en ello, caminas por el departamento obscuro que te recibe cada noche: la misma mesa, la misma ventana, la misma lámpara con el foco fundido que nunca recuerdas cambiar, las mismas latas vacías de cerveza que dejas por uno y otro lado. No es que seas alcohólico, nadie vería mal que un hombre joven como tú tome de vez en cuando o cada noche, una o varias cervezas. Es miércoles, la señora que hace el aseo irá hasta el viernes, qué más da, nadie nunca te visita. Bueno, de vez en cuando llevas a alguna amiga, pero siempre en sábado, así que luces como el sujeto ordenado y limpio. No lo eres, lo sabes perfectamente, te da lo mismo. Caminas hacia el baño, orinar es necesario, sobre todo cuando te excedes: una, dos, cinco, has perdido la cuenta. Las mejillas adormecidas te dicen que quizá estás un poco ebrio, las paredes que se mueven te lo confirman. No prendes la luz, bajas despacio el cierre de tu pantalón, sacas tu pene adormilado, sientes como la orina toca tu mano, ¡carajo! a veces te pasa, sobre todo cuando has bebido; permaneces ahí, disfrutas, esperas el escalofrío que viene siempre al final, terminas; no te vas, es un lugar extraño pero piensas en ella, no te engañes, ¡siempre piensas en ella! mientras caminas al trabajo, mientras bebes café, mientras escondes tu rostro en tus manos cuando ya no soportas tu vida... mientras orinas. Recuerdas la última vez que la viste, nunca le has hablado, sabes que te rechazaría. Frecuenta el mismo bar que tú. Ella es diferente, tan mágica, tan hermosa, tan ella. Susana, así la nombraste. Pasa a tu lado, logras percibir su delicioso aroma, te excita, con sólo el roce de su brazo tu pene erecto la desea, te gustaría llevarla al baño, hacerla tuya. No te atreves, te consuelas con verla bailar, tiene una gracia genuina. Frotas tu miembro, imaginas el jugueteo de sus senos mientras salta entre las luces y la música, ¡eres tan patético! ni siquiera has terminado el recuerdo cuando tu mano pegajosa te saca del idilio, jamás podrías ser su amante, te limpias en el pantalón y sales del baño. ¡Estúpida soledad! ¡Estúpido silencio! Prendes la pantalla en la que gastaste buena parte de tu dinero, te sientas, miras lo que sea, una comedia plagada de chistes sosos, te obligas a reír, te rompes en carcajadas hasta que no contienes el llanto, tu miseria te ahoga. Sientes asco, vomitas tristeza, miedo, te vomitas a ti mismo hasta quedar vacío. No eres nadie.
Nancy Cruz Fuentes
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